lunes, 14 de marzo de 2016

"Me confesaron que querían hacer chorizos conmigo "

El empresario Abel Diéguez relata las duras condiciones en las que permaneció secuestrado durante varios días, a cargo de unos delincuentes que le confundieron con su hermano.
                       En la cuadra de esta casa permaneció retenido Abel Diéguez

Abel Diéguez ha empezado a dormir. El 24 de febrero la Audiencia de La Coruña condenó a sus ocho secuestradores a penas de entre 6 y 11 años. Dice que confía en volver a ser quien era antes del 18 de enero de 2014, cuando lo encerraron en el maletero de un coche, lo embridaron y le colocaron una capucha ciega -«como la de un verdugo pero sin ojos»- en mitad de la aguanieve de un monte gallego. Al empresario maderero lo habían confundido con su hermano -con quien no tiene relación- y el pretexto era el cobro de una antigua deuda. Exigieron 70.000 euros a su mujer. Cinco días después lo liberó la Guardia Civil en una cuadra infecta de Lalín. «Me confesaron que querían hacer chorizos conmigo».

La entrevista de Abel Dieguez:


Qué sintió al conocer de la sentencia?

-Fue un momento increíble. Cuando me la confirmó mi abogado tuve un subidón, una alegría inmensa y luego tristeza, llanto al pensar en estos dos años, en lo que hemos pasado, en la incomprensión de la gente: ¿cómo te dejaste secuestrar por esos viejos?, me han llegado a decir.
-¿No se la esperaba? ¿Cree que se le ha hecho Justicia?
-Teníamos la duda de si iban a condenar o no a los dueños de la casa en la que me tuvieron, aunque yo estaba convencido de lo culpables que son y el papel que tuvo cada uno. Me parecen pocos años para lo que han hecho o lo que querían hacer, pero estoy satisfecho
-¿Y al verlos en la Sala? Nadie puede ponerse en su lugar...
-Pedí biombo, declaré con biombo y mi mujer igual. No quería ver a esa mala gente a mi lado porque me podía cohibir. Pero nuestro abogado nos suplicó que hiciéramos un esfuerzo y un día entramos medio escondidos y nos colocamos en la parte de atrás. Me puse fatal solo al verles la espalda. Un abogado les avisó, rio e hizo señas para que nos miraran. Nos levantamos y nos fuimos. Quería un trato para sus clientes, pero yo no buscaba un trato; buscaba justicia para mí, para mi mujer y para la sociedad. Me han dejado de tonto... Hombre, que declararon que estaba en el galpón de vacaciones..
-La UCO recalcó la extrema dureza de su secuestro y la sentencia recoge «un hombre en un lugar sucio, frío y carente de servicios, obligado a evacuar sus necesidades prácticamente en su cabecera y al que se alimenta en ese inmundo lugar».
Imagine el primer día atado de pies y manos sin poder extender unos u otros porque no daban más de sí las ataduras, estar tirado en el barro, que te llueva y te granice por encima, con un tipo con una pistola que la montaba, la desmontaba, la cargaba y me decía «me he tomado tres botellas de vino». Yo en esos días veía la muerte venir.

-¿Cuántas veces sintió que le iban a matar?
-Continuamente. No solo cuando llegaban los más malos, los más agresivos (se refiere al cabecilla Jesús Mejuto y su hijo José Manuel, de 18 años). No sabía con qué idea venían y cada vez que hacían una llamada de teléfono... Tuve miedo a que me matasen desde el minuto uno, cuando tuve suerte de no llevarme un tiro en el corazón porque me encañonaron en el pecho y me enfrenté. ¿Pero qué fas? les dije y me respondió Mejuto que colaborara, con un revólver en el corazón. Luego su hermano me dio un culatazo en la cabeza por detrás.


-¿Cuáles fueron los peores momentos?

-El peor, el miedo más grande que he pasado en mi vida fue cuando me sacaron del maletero maniatado, me ponen a caminar por mitad del monte con una pistola en la cabeza, noto una mano en el cuello llevándome y la frialdad con la que se dirige a mí Mejuto. Me decía con acento mexicano que era un tema de drogas, yo que nunca me he metido en un lío, que tenía que pagar... Fue una sensación mental y física que no deseo a mi peor enemigo. O me matan o me muero, sentí. Era puro terror. Es la característica de él, esa frialdad. Actuó igual con Jorge, el director del banco al que secuestró junto a su familia en México (el cabecilla estaba en busca y captura allí por estos hechos)...

-Al irrumpir la Guardia Civil ¿se dio cuenta de que acababa la pesadilla?
-No, oí un golpe muy fuerte; me despertó una luz muy potente y gritaban ¡Abel, Abel! Pero el día anterior los que me custodiaban no sabían nada de Jesús ni de su hijo y se suponía que iba a ser la entrega del rescate. Yo estaba fatal. José Manuel (hermano del cabecilla) me dijo: «Vamos a dar una vuelta y así acabamos con el nerviosismo». Me sonó a paseíllo. Pensé que me mataban.


-¿Cómo ha cambiado su vida?

-Siempre he sido muy sociable, muy abierto y eso me ha ayudado en mi trabajo. Ahora soy mucho más arisco, me he separado de muchos amigos. El cuerpo me pide más la distancia que la compañía. Intentaré volver a ser el que era, pero me va a costar

-Y su actividad laboral, ¿ha podido retomarla con normalidad?

-Ni un veinte por ciento. Lo que se me daba bien es el trato directo con la gente y mi empresa se estaba distinguiendo justo por eso, por ofrecer al proveedor forestal un trato muy directo. Ese trato me cuesta ahora mucho. Por suerte tengo amigos que facilitan mi trabajo buscándome operaciones para anular el riesgo de quedar con desconocidos.
Abel para la entrevista telefónica un par de veces porque entra en la habitación su hijo Gonzalo, que tenía dos años cuando lo secuestraron. «Mirar su foto y la de mi mujer fue mi refugio. Lo que me salvó». Se despide dando las gracias a la Guardia Civil (a la UCO y a la UEI) y a su abogado Ramón Sierra. «Visitamos la UCO y la UEI con nuestra hija recién nacida y esa visita me ha ahorrado muchas consultas de psiquiatra».





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